domingo, 22 de agosto de 2010

Hablando de un texto de Mario Vargas Llosa

Parece que estou com mania de escrver em espahol. Acho que é o sentimento dea América Latina que me incita.

Hablando de un texto de Mario Vargas Llosa


Hablando de un texto de Mario Vargas Llosa

Después de un partido de fútbol lleno de emociones, en que la Argentina de Maradona luchaba con el Mexico de un entrenador desconocido, y lo venció, abro el periódico El País, de domingo 27 de 2010. Me ví a vueltas con una descripción de la casa en la cual vivió y murió el escritor ruso Dostoievski, en San Petersburg, Rusia, junto con comentários sobre sus habitos, como, por ejemplo, el de escribir a la noche, en trance..
A un texto periodistico de Mario Vargas Llosa no se puede resistir. El bueno escritor nos seduce para sus textos. Además, si escribe sobre Dostoievsky, hay que enfrentar la extensión y las palabras desconocidas, aunque sienta el cansancio de hinchar por Argentina. Sobretodo, por el gran Maradona – un hombre admirable por su vida llena de atropellos a los cuales ha enfrentado con mucha garra.
El nombre Fiodor Dostoievski, después del ruido hipnótico de las vuvuzeras de África del Sur, en la Copa del Mundo, es un regalo. Para mí, es el mejor escritor que he leído en mi vida. Me fue presentado por mi primer marido, un muchacho de vasta erudición, admirador de la literatura y de la philosophia, de los novelistas rusos, más que todo. Él leía tantas páginas de un chorro que, en una semana, tragaba, por lo menos, tres libros de Dostoievski, Tolstoy o Tchekov... sin que la espesura y el peso le desanimase.
La época era muy rica de lecturas, conciertos de música, ballet y todo lo que significa la cultura erudita. Un deslumbramiento para una jóven salida de la escuela para el matrimonio.
Me acuerdo de ir al Teatro Municipal de Rio en la vieja barca Niterói-Rio, por lo menos, dos veces al mes, a la noche, deliciándome con todo lo que me ofrecían. No me gusta tanto la Opera, pero asistía a una u otra, cuando los demás de la familia no querían hacer uso de los billetes. El abuelo de mi marido había sido un critico musical famoso en Rio de Janeiro y tenía el derecho a la cortesia de dos butacas especiales, en una de las mejores seciones del teatro: el balcón noble hilera A, frente al scenario. Los billetes eran gratis, por supuesto, pero yo usaba mis mejores trajes de gala, como si fuera una persona rica.
En las casas, no había muchas cosas que ver en una televisión pobre de opciones. Así que leíamos durante el tiempo libre. Mi marido me prestaba los libros que más le gustaban, tan pronto terminaba el último capítulo.
Crimen y Castigo, considerado por muchos criticos la obra maxima del autor, me impresiona hasta hoy. La thesis defendida y magistralmente escrita que defiende el derecho de matar a un ser humano por el simple gusto del poder, las descripciones del asesinato de la vieja por el jóven lleno de ambición, me hicieron perder un montón de noches de sueno. Las emociones de aquel tiempo no se hacían con gran alarido: eran silenciosas y profundas, talvez más sentidas que las de nuestro mundo de escándalos.
Las lecturas especiales tenian un effecto increible sobre nosotros. Muchos de los libros cambiaban la vida de las personas, sobre todo, de los jóvenes. Quizás fuesen más potentes que el cine y el teatro otras dos grandes pasiones de mi gente que nos dejaban contentos o infelices, por supuesto, pero no tenían la misma fuerza de los libros. El Demian, de Hermann Hesse, había transformado el pensamiento de muchos jóvenes de 1946 y continuó a influenciarlos en los años sesenta del siglo pasado por sus ideas avanzadas.
Los libros traducían y aún traducen, los sentimentos que no teniamos el coraje de confesar. Por ejemplo, el erotismo, que la iglesia julgaba un pecado. No es el caso de Crimen y Castigo, pues jamás me ha pasado por la cabeza el acto de matar a un semejante, por ninguna razón.
La dramaticidad de la escena teatral también era parte de nuestras preferéncias. Tchekov con su Tio Vánia que asisti en una primera versión paulista, hablaba de una gente que parecia en extinción en Rusia, los pequeños burgueses. Hasta los días actuales hay versiones del autor que tienen publico cautivo. La descripción de la guerra en Guerra y Paz, de Tolstoi, los personajes femeninos y sus amores, en la parte de la paz de la novela, los cuentos de Tchekov y otros tantos poblaron mis ensueños de joven, me enseñaron a amar la literatura. Yo pasaba horas flotando en el aire, delante de las aventuras y desventuras vividas en las novelas por los personajes para mí tan reales como mis vecinos y amigos. .
Cuanto a mí, confieso no era un lectora tan voraz. Pero lloraba, sofría e reía con los maravillosos libros de mi vida, aunque nada se puede comparar al suspense, al miedo que sentí con esa obra prima de Fiodor Dostoievski, Crime y Castigo. Por este motivo, leo con curiosidad u admiración todo lo que me cae en las manos sobre ese autor. Es así que he leido con placer La casa de Dostoievsky, de Vargas Llosa.
“Y aún hoy, los barrios y casas están impregnados de historias y personajes, mezcla de drama y espiritualidad” La frase inicial tan interesante me ha dado ganas de irme a San Petesburgo, para sentir de cerca la vida de Dostoievski, como yo pude hacer con Kafka, en un callejón del famoso Castillo de Praga.
Tengo certeza de que si me ofrecesen un viaje a Rusia, de preferencia en verano o primavera, porque el frío de allá puede matar, lo aceptaría de buen grado, no solamente para conocer Moscú, la ciudad en que Dostoievski nació, como para visitar “el barrio de los mercados” en San Petesburgo y descubrir más cosas de mi escritor favorito. Aunque no sea más la época del comunismo de mi pasión, temido por mucha gente en todo el mundo, excepto por mí.
Entonces, no me interesarían los coches modernos: caminaría en los carruajes de los siglos pasados, ni que fuera en un ensueño.

Maria José Lindgren Alves

Mais um em espanho|: La atración por el mal

Antes tarde... volto para ver se agrado a alguém. Espero que não tenham esquecido esta senhora metida a escritora, que muito deve a várias amigas, pelo incentivo de continuar.
Estive com uma danada de uma dor de coluna, que me impediu de fazer o que hoje me é sinônimo de VIDA.
Perdoem-me a ausência e espalhem o "engenho e arte" que tenho esperanças de ter. ainda que homeopaticamente.
Maria Lindgren

La atración por el mal

Hay personas que creen en todo lo que las religiones proclaman, sin dudar un minuto. Cuando yo era una niña en preparación para mi Primera Comunión, en la iglesia católica de mi escuela de monjas, oí hablar del infierno como un local de suplicios infinitos, por la primera vez. Sin un escalofrío, como si me estuviesen contando una historia de ficción interesante, de genios del mal, dragones y guerras de mucha sangre, que no me impresionasen más, miré al padre y le dije bien alto, para sorpresa de mis compañeras:
Si es verdad que hay un infierno, debe tener muy poca gente. Los grandes pecadores, no los conozco. Estoy segura de que ninguna persona de mi familia, ninguno de mis amigos va para allá después de muerto.
Al padre le impresionaron las reflexiones tan maduras para una chica de siete años. Así que seguí mi vida sin ideas lúgubres sobre el destino de los vivos y de los muertos. Iba a la iglesia con mi familia, pero no me seducían las palabras amenazadoras sobre el poder del demonio, cosa que hasta los católicos de nuestros días desean olvidar. Buscaba siempre los mensajes de optimismo, de amor. Para mí, el pecado se reducía a pequeñas transgresiones, es decir, una u otra mentira, diabluras livianas, palabrotas que no chocasen a mis padres, nada más.
Pensar en un calderón lleno de agua en ebullición o una hoguera siempre pronta a nos martirizar no me parecía compatible con una existencia que se iniciaba llena de buenas promesas. Es así que los libros que leía, las películas que veía solo me daban placer porque llenos de declaraciones de amor, ya sea por los hombres, o por la naturaleza. Me identificaba con Sofia, de las historias delicadas de la Condesa de Segur, como me había identificado con las heroínas del tipo Blanca Nieves, La Bella Durmiente, Cenicienta, Rapunzel y otras tantas, muy diferentes de los monstruos tecnológicos de hoy.
Cuando me interesé por el cine, cercaba las películas suaves, como Siempre en mi corazón, un gran éxito entre las chicas, El mágico de Oz, otro éxito hasta los días de hoy, las animaciones del mundo encantado de Walt Disney, las historias inocentes de Frank Kapra... Y me han chocado hasta las entrañas las películas de la II Guerra Mundial, las de vampiros, las historias de detective – aunque me gustasen los libros de Agatha Christie - y, mas que todo, el cine de un gran cineasta llamado Polanski.
Ya lo conocía como un director que no tenia miedo de exhibir verdades sucias en el telón del cine. Pero el máximo de sensación de malestar me ha causado El Bebe de Rosemary – su obra prima en mi opinión. Esa película nos hace sufrir por hablar de los sentimientos de una joven madre, una tan buena madre que acepta el hijo deformado del demonio, encarnado en su marido, desde el momento en que lo oye llorar en la cuna.
Después del Bebe de Rosemary, he seguido los pasos del director porque lo admiraba a punto de olvidar las tragedias que su talento nos exhibía. Seguí las pasadas de su matrimonio con Sharon Tate, una belleza de mujer embarazada, y el final trágico de su asesinato por un fanático religioso, Charles Manson, durante una de las sesiones diabólicas de esa “religión”, a la cual el director también aceptaba.
Pasó el tiempo y el nombre de Roman Polanski surgía vez en cuando en los periódicos y en la tele. Cuando dirigió El Pianista, creo que yo fue una de las primeras admiradoras a ver la película, para no arrepentirme A ese tiempo, admiraba el arte, no importa que se volviera al mal. La bella secuencia del pianista judío tocando el piano en los escombros de una casa, bajo la admiración respetuosa del soldado germánico, amante de la música, no me salió de la cabeza. Es una comprobación de que el Arte tiene más fuerza que los prejuicios, que los bombardeos, que la propia muerte.
Jamás pensé en Polanski como un violador de mujeres. Más aun, de una niña de trece años. Había escuchado vagamente sobre su exilio en Suiza o en Francia, pero me parecía voluntario, y no porque si estuviese en tierras americanas sería jugado y condenado. Juro que no me acuerdo de detenerme en un acontecimiento tan terrible. Porque, Roman Polanski es parte de mi grupo de artistas a quien admiro por el intelecto privilegiado. Y para ellos, los artistas y intelectuales, no puede haber infierno, ni acá en la tierra, ni allá no sé exactamente en qué lugar. Son pocos seres humanos escogidos por Dios y por mí para conducirme al cielo del Arte y basta.
Sufrí con la condenación de uno de los grande nombres del cine internacional. Me siento confundida, hasta ahora, sin saber la verdad, pues, al mismo tiempo en que la niña me parece inocente y linda, como he visto en las fotos, el gran director, es un artista como pocos, desde la época en que trabajaba en Polonia.
Encuentro una explicación para la tendencia de algunos artistas por explotar el mal: son seducidos por el demonio y están en varios sectores del Arte: en el cine, Alfred Hitchcock, en la literatura, EdgarAlan Poe, Beaudelaire, en la pintura, Jerónimo Bosch, Goya y tantos otros. Y lo hacen con la mayor maestría, por supuesto.
Maria Lindgren

Lento..., extrato de poema de Natercia Freire

" Estou no fundo ou estou nos cimos?
Estou morta ou estou a sonhar?
Tenho as mãos presas nos limos
ou molhadas de luar"


Boas-vindas

Minha gente querida
Agradeço muito a visita a meu vício mais atual de escrever.
Que gostem e me perdoem os errinhos. Sou uma velha novata.
Maria Lindgren