domingo, 22 de agosto de 2010

Mais um em espanho|: La atración por el mal

Antes tarde... volto para ver se agrado a alguém. Espero que não tenham esquecido esta senhora metida a escritora, que muito deve a várias amigas, pelo incentivo de continuar.
Estive com uma danada de uma dor de coluna, que me impediu de fazer o que hoje me é sinônimo de VIDA.
Perdoem-me a ausência e espalhem o "engenho e arte" que tenho esperanças de ter. ainda que homeopaticamente.
Maria Lindgren

La atración por el mal

Hay personas que creen en todo lo que las religiones proclaman, sin dudar un minuto. Cuando yo era una niña en preparación para mi Primera Comunión, en la iglesia católica de mi escuela de monjas, oí hablar del infierno como un local de suplicios infinitos, por la primera vez. Sin un escalofrío, como si me estuviesen contando una historia de ficción interesante, de genios del mal, dragones y guerras de mucha sangre, que no me impresionasen más, miré al padre y le dije bien alto, para sorpresa de mis compañeras:
Si es verdad que hay un infierno, debe tener muy poca gente. Los grandes pecadores, no los conozco. Estoy segura de que ninguna persona de mi familia, ninguno de mis amigos va para allá después de muerto.
Al padre le impresionaron las reflexiones tan maduras para una chica de siete años. Así que seguí mi vida sin ideas lúgubres sobre el destino de los vivos y de los muertos. Iba a la iglesia con mi familia, pero no me seducían las palabras amenazadoras sobre el poder del demonio, cosa que hasta los católicos de nuestros días desean olvidar. Buscaba siempre los mensajes de optimismo, de amor. Para mí, el pecado se reducía a pequeñas transgresiones, es decir, una u otra mentira, diabluras livianas, palabrotas que no chocasen a mis padres, nada más.
Pensar en un calderón lleno de agua en ebullición o una hoguera siempre pronta a nos martirizar no me parecía compatible con una existencia que se iniciaba llena de buenas promesas. Es así que los libros que leía, las películas que veía solo me daban placer porque llenos de declaraciones de amor, ya sea por los hombres, o por la naturaleza. Me identificaba con Sofia, de las historias delicadas de la Condesa de Segur, como me había identificado con las heroínas del tipo Blanca Nieves, La Bella Durmiente, Cenicienta, Rapunzel y otras tantas, muy diferentes de los monstruos tecnológicos de hoy.
Cuando me interesé por el cine, cercaba las películas suaves, como Siempre en mi corazón, un gran éxito entre las chicas, El mágico de Oz, otro éxito hasta los días de hoy, las animaciones del mundo encantado de Walt Disney, las historias inocentes de Frank Kapra... Y me han chocado hasta las entrañas las películas de la II Guerra Mundial, las de vampiros, las historias de detective – aunque me gustasen los libros de Agatha Christie - y, mas que todo, el cine de un gran cineasta llamado Polanski.
Ya lo conocía como un director que no tenia miedo de exhibir verdades sucias en el telón del cine. Pero el máximo de sensación de malestar me ha causado El Bebe de Rosemary – su obra prima en mi opinión. Esa película nos hace sufrir por hablar de los sentimientos de una joven madre, una tan buena madre que acepta el hijo deformado del demonio, encarnado en su marido, desde el momento en que lo oye llorar en la cuna.
Después del Bebe de Rosemary, he seguido los pasos del director porque lo admiraba a punto de olvidar las tragedias que su talento nos exhibía. Seguí las pasadas de su matrimonio con Sharon Tate, una belleza de mujer embarazada, y el final trágico de su asesinato por un fanático religioso, Charles Manson, durante una de las sesiones diabólicas de esa “religión”, a la cual el director también aceptaba.
Pasó el tiempo y el nombre de Roman Polanski surgía vez en cuando en los periódicos y en la tele. Cuando dirigió El Pianista, creo que yo fue una de las primeras admiradoras a ver la película, para no arrepentirme A ese tiempo, admiraba el arte, no importa que se volviera al mal. La bella secuencia del pianista judío tocando el piano en los escombros de una casa, bajo la admiración respetuosa del soldado germánico, amante de la música, no me salió de la cabeza. Es una comprobación de que el Arte tiene más fuerza que los prejuicios, que los bombardeos, que la propia muerte.
Jamás pensé en Polanski como un violador de mujeres. Más aun, de una niña de trece años. Había escuchado vagamente sobre su exilio en Suiza o en Francia, pero me parecía voluntario, y no porque si estuviese en tierras americanas sería jugado y condenado. Juro que no me acuerdo de detenerme en un acontecimiento tan terrible. Porque, Roman Polanski es parte de mi grupo de artistas a quien admiro por el intelecto privilegiado. Y para ellos, los artistas y intelectuales, no puede haber infierno, ni acá en la tierra, ni allá no sé exactamente en qué lugar. Son pocos seres humanos escogidos por Dios y por mí para conducirme al cielo del Arte y basta.
Sufrí con la condenación de uno de los grande nombres del cine internacional. Me siento confundida, hasta ahora, sin saber la verdad, pues, al mismo tiempo en que la niña me parece inocente y linda, como he visto en las fotos, el gran director, es un artista como pocos, desde la época en que trabajaba en Polonia.
Encuentro una explicación para la tendencia de algunos artistas por explotar el mal: son seducidos por el demonio y están en varios sectores del Arte: en el cine, Alfred Hitchcock, en la literatura, EdgarAlan Poe, Beaudelaire, en la pintura, Jerónimo Bosch, Goya y tantos otros. Y lo hacen con la mayor maestría, por supuesto.
Maria Lindgren

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Lento..., extrato de poema de Natercia Freire

" Estou no fundo ou estou nos cimos?
Estou morta ou estou a sonhar?
Tenho as mãos presas nos limos
ou molhadas de luar"


Boas-vindas

Minha gente querida
Agradeço muito a visita a meu vício mais atual de escrever.
Que gostem e me perdoem os errinhos. Sou uma velha novata.
Maria Lindgren